martes, 6 de agosto de 2013

Dice mi mamá que siempre no y la cita fallida

Fue hace muchos años. Lo había conocido hacía poco y después de mucho trabajo de auto convencimiento, me animé y un viernes lo invité a un pequeño café dentro de una vieja casona (si, yo, sexo femenino tomé la iniciativa). Las mesas eran de madera y estaban en penumbra, sólo eran iluminadas por una pequeña vela en dentro de un vaso de cristal de colores. Al fondo, un tipo rasgaba suavemente una guitarra. El mesero nos sugirió unos cuantos vinos, pero yo no tenía idea si el tomaba o no, así que mejor pedí la carta y le enumeré los platillos para que escogiera algo. El decía que no a todo y al final sólo pidió un café. Yo no supe que hacer y también ordene uno, aunque no me apetecía tomarlo. Mis planes para una cena romántica se fueron al carajo en ese momento. Toda la noche intente acercarme, pero no pude hacerlo; físicamente él estaba ahí, pero emocionalmente estaba lejísimos. Ahí sentado, sin saber que decir o que hacer para lograr conectar, nunca solté la carta del menú. Le di vueltas en mis manos toda la noche y la releí docenas de veces mientras intentaba alcanzar a una persona que nunca había estado a mi alcance. La noche terminó en solitario.
En la feria de San Marcos hace 2 o más años, una foto que nada tiene que ver con el tema. pero quería que vieran la cara de orgasmo del tipo de atrás. 

Hasta la fecha, recuerdo casi todos los platillos y bebidas del menú de aquel pequeño café metido en una vieja casona; de el recuerdo su nombre, pero no su rostro.

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